Tras el descubrimiento del sepulcro del Apóstol, se emplazan tres nuevas iglesias en los términos del bosque Libredón; la sepulcral “supra corpus apostoli”, la de Antealtares y la Iglesia dedicada A San Juan Evangelista. Estos tres templos se hallan emplazados en los términos del “locus”, y precisamente el justísimo emplazamiento que se adjudica a la Corticela, con su solar monacal en el lugar de Pinario, fuera de este “locus”, hace suponer que su fundación fue posterior a las 3 primigenias y posible origen de su nombre Corticella, diminutivo del latín curtis, que alude a un pequeño espacio cercado.
La naciente comunidad construye la iglesia de la Corticela con tres altares, Santa Comba, San Esteban y San Silvestre. Se dedicó en un primero momento a San Esteban, pero pronto se convirtió en el primer templo mariano de la ciudad, por lo que acabó siendo conocida también como La Antigua.
Los monjes compartieron su labor de custodios con la comunidad de Antealtares, que venia encargándose de la tumba en solitario desde el descubrimiento de la misma.
El primer registro documental del que tenemos constancia data del 19 de abril del año 912 cuando el Obispo Sisnando, de la sede de Iria, concede al Abad Guto y a sus acólitos, custodios del locus sanctus, el terreno llamado Pignario. Este hecho será refrendado ese mismo año, en 27 de Junio, por el Rey Ordoño II, otorgando la casa de Vesulio, en el lugar de Pignario, y la Iglesia de Santa María de la Corticela, donde hasta ese momento ejercían su labor de protectores del sepulcro.
Hasta el 997, tras la Campaña de Almanzor, no se construirá una capilla con advocación a San Martín de Tours en estos nuevos terrenos, pasando la comunidad cenobítica, nacida al pie de la tumba del Apóstolica, a ligar definitivamente su devenir a esta nueva ubicación que fijará el patronímico de la misma.
Santa María la Antigua de la Corticela, con el crecimiento del templo catedralicio en el siglo XII, quedara engullida por este, articulándose su funcionamiento, todavía en manos de los benedictinos, en torno al culto al Apóstol. Al inicio del siglo XIII es ampliamente remodelada y se construye la actual portada con el tímpano de la Epifanía en el que se representa la adoración de los Reyes Magos, que en un primer vistazo produce extrañeza al sólo encontrar dos de los reyes, el tercer Mago, está ya en el propio tímpano, acompaña genuflexo a la Sagrada Familia, portando su ofrenda en la mano, mientras que con la otra hace amago de quitarse la corona en señal de respeto y servidumbre
En 1527 Santa María la Antigua de la Corticela se transforma en parroquia, abandonando la dependencia benedictina, como valedora de “peregrinos, extranjeros y vascos”, con la intención de prestarles un servicio más adecuado. Con este fin, establecen en ella su sede los linguaxeiros, sacerdotes encargados de confesar en distintas lenguas a los peregrinos.
En 1711 se realizó el actual corrredor-escalinata que comunicó definitivamente la Corticela con la basílica desde el interior. Es en este siglo cuando el gran cierre barroco de la Catedral termina de incorporar el templo en el esplendido conjunto catedralicio.
Entre 1940 y 1980 tanto la ciudad como su Catedral fueron objeto de numerosas intervenciones de la por entonces denominada Dirección General de Bellas Artes y Arquitectura.
Las intervenciones sobre Santa María Antigua de la Corticela entre 1964 y 1969 descubriendo y repusieron los niveles del siglo XIII, restaurando la lauda estola sueva del siglo VII hallada en las excavaciones, así como la figura femenina, yacente, datada entre los siglo XIV y XV, aparecida al restaurar los lucillos góticos, en los arcosolios encontramos también el sepulcro del cardenal Gonzalo Eanes, muerto en 1342. Estas acciones estaban destinadas reponer estructuras ocultas y devolver el aspecto y belleza inicial del templo.
La parroquia de la Corticela es, sin duda, un lugar de visita popular entre los visitantes de la Catedral. A ella acuden peregrinos de todos los países, pero también devotos compostelanos de la Virgen de la Consolación, obra renacentista, y estudiantes universitarios que, respondiendo a una antigua tradición, depositan papeles escritos, siempre abundantes en época de exámenes, con sus deseos ante una imagen de Jesús en el huerto de los Olivos del siglo XVI. En este grupo hay que sumar la representación del Niño Jesús de Praga, del gremio de tejedores y de origen alemán, de factura anónima y la urna con el Cristo Yacente obra también anónima del siglo XVII.